¿Qué hacen un asturiano y un cubano encima de un escenario? Lejos de uno de esos socorridos chistes de nacionalidades, si la pregunta se refiere al dúo formado por el ovetense Miguel Angel Rodríguez Pérez y Dayan Cotrina Rodríguez (nacido en La Habana, aunque con antepasados en Ciaño, de Langreo), la respuesta es tan sencilla como contestar que muy buena música, con “Son Rodríguez”. Y a ello también se puede agregar que desprenden alegría y buen rollo, así como delicadeza en el tratamiento de las canciones, brindando unos directos en los que fusionan sus gustos musicales, que van desde el pop-rock del primero hasta los boleros y sones habaneros del segundo. La fórmula funciona, porque en tan sólo año y medio han ofrecido la friolera de 140 bolos, ganándose el reconocimiento del público.
Empezando por la parte asturiana, Miguel Pérez, como es conocido en el mundillo musical, es hijo de un veterano solista y baterista de conjuntos orquestales que amenizaron verbenas allá por los 50 y 60 del siglo pasado. Uno de aquellos órganos “Cassio”, como regalo navideño, descubrió que el niño también tenía buen oído y poseía el gen musical. Se matriculó en la “Galería Musical Arévalo” y en ese centro estudiaría canto y piano (“En mi casa no había ese instrumento y allí me trataron como a uno más de la familia”, agradece).
En su juventud, influenciado por la música noventera, le salió una vena rockera que le hizo aficionarse por la batería, que aprendió a tocar de manera autodidacta. “La preparaba con cajas de cartón, libretas, latas… Todo lo que emitiese un sonido diferente”. Tenía cualidades y llegó a ser el batería titular de la orquesta de los premios del programa de televisión “Veo, Veo”, que presentaba Teresa Rabal, y el primer batería que tuvo Melendi, en puertas de su salto a la fama. “Llegué a ensayar con él, pero me echó para atrás lo de irme a Madrid. Con el paso del tiempo tengo que asumir que cometí un error”, lamenta.
Además, participó en el Coro Infantil de la Asociación “Amigos de la Opera”, compartiendo escenario en una ocasión con el fallecido tenor Alfredo Kraus; fue fundador de una banda que ganó el concurso de maquetas de “Los 40 Principales”, con la que grabó dos videoclips, y pasó por orquestas como “Sonora Real”, “Cuarta Calle”, “Aire de Rumba” y “Dominó”.
Luego tomó la dirección de un Karaoke, el “Penélope”, que fue el lugar en el que se cruzó con Dayan Catrina, que trabajaba de camarero en un bar cercano y cuando terminaba su jornada laboral se divertía con el micrófono en mano. “Ví que tenía un chorro de voz increíble y mucho talento, aunque con los errores lógicos del que nunca había estudiado música”, dice de su compañero en “Son Rodríguez” (por cierto, el nombre responde a la coincidencia de sus apellidos).
Por la cabeza de Dayan Cotrina no pasaba dedicarse profesionalmente a la música, sino que lo veía como un divertimento, que en su adolescencia y primeros pasos de la juventud le había llevado a tocar algunas tardes en el popular Malecón de La Habana, a veces compartiendo canciones y ritmos con turistas de otros países. Pero sin mayor pretensión. “Mi madre me transmitió su amor por la música. Me cantaba incluso en ruso, pues vivió en la Unión Soviética durante un tiempo y se sabe varias canciones”.
Cotrina idolatraba a Marc Anthony, los boleros, las baladas… Le compraron una guitarra y con sus cuerdas, que aprendió a tocar sin que nadie le enseñara, pudo expresar sus sentimientos románticos. Luego tendría también una incursión en el mundo de la verbena, con “Caramelo”, pero al conocer a Miguel Pérez le surgió la brillante idea de formar un dúo, mezclando sus estilos, y así nacía “Son Rodríguez”, para felicidad de sus decenas de seguidores. Cada vez más.
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