"¿Queréis un pasodoble? Pues vamos con él". Comienzan a sonar a la guitarra los acordes de "Al calor del amor en un bar", de "Gabinete Caligari", clavando ese deje tan cañí de Jaime Urrutia. Es uno de los guiños que hace Luis Feliciate al público en sus directos. Porque sí, lo del que se puede calificar como un grande de la música en Asturias, con muchos kilómetros en la mochila, es que se sabe por el libro cómo conectar con el aforo en cada uno de sus conciertos. Llena el escenario.
Fundador de "La Cosa Nostra", un grupo que ya se ha ganado la categoría de mítico, en sus actuaciones en solitario va dando forma a un repertorio en el que lanza una soterrada invitación a corear temas de aquella época en la que todavía se componían canciones de verdad, gracias eternas a maestros como Joaquín Sabina, "Loquillo", "Los Secretos", "El Último de la Fila", "La Guardia"... De hecho, resulta absolutamente imposible quedarse pegado al asiento. El cuerpo pide baile.
Pero el colofón llega con un remate en el que saca a pasear unas mejicanadas que conoce todo quisqui y que dan lugar a un coro unánime. Estamos hablando, por ejemplo, de la banda sonora de "El Mariachi" (no estaría de más que Antonio Banderas viese lo que es hacer vibrar un micrófono) o "El Rey", esa de "una piedra en el camino me enseñó que mi destino era rodar y rodar". Parece increíble que de un cuerpo de talla tan normal salga un vozarrón tan enorme. Impresionante.
Claro, cuando toca la despedida es más que lógico que en el ambiente resuene, a gritos, un "otra, otra" que si por el gusto de una inmensa mayoría fuese daría para un montón de bises. Porque lo de Luis Feliciate, en solitario o con banda, es simple y llanamente cantar, algo cada vez más difícil de encontrar en ese panorama musical nacional y sobre todo internacional que nos atrona por las "radiofórmulas" y sus famosas listas "de éxitos". Es lo que hay.
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