“A ver, que si una nota no entra bien no pasa nada. Ya entrará para la próxima. Lo importante es que la gente se lo pase de vicio y que disfruten con nosotros”. Se podrían escribir un montón de palabras, pero basta esta frase para definir al milímetro cuál es la filosofía que mueve a “Los Cómodos”, una banda ovetense surgida en 1987 de la mano del cantante y guitarrista “Javi” Valledor y que tras varias renovaciones en sus filas actualmente reúne a cuatro figuras que compaginan sus ocupaciones laborales con una enorme vocación por la música.
Junto a Valledor, su propio hijo, Raúl, a la batería y las percusiones, que debutaba en febrero de 2020 (por cierto, poco antes de que la pandemia se lo llevase todo por delante), para orgullo de su padre, que le premia con regalos en forma de concierto siempre que se aplique en sus estudios de Técnico de Sonido, que cursa en el “Cislan”. Y formando parte también de esa pequeña familia, Mandy Martín Vallina, que ha sustituido a Emilio Sánchez, al bajo, el ingeniero industrial Basilio de la Puente, “Basi” (guitarra y coros), en la plantilla de “Arcelor Mittal”, y una reciente incorporación, Paloma, a la voz.
Frescura, improvisación y diversión. Bajo esta premisa arranca cada directo un grupo (“banda, somos más bien una banda”, sueltan entre risas cuando se les pide una catalogación artística) que toca en establecimientos hosteleros, bodas, banquetes varios, toda clase de “xaraos” y donde se tercie. Ojito, que en ese “donde se tercie” hay que incluir el mítico pub “The Cavern”, de Liverpool, cuna de “The Beatles”, en el que “Los Cómodos” dejaron su impronta gracias al empuje de “Chus” García, del “Pub Lennon’s”, de Lugones, que les animó a guardar cita en aquel renombrado escenario. “Algún día volveremos”, confían.
“Nuestros bolos son algo así como una ruleta rusa, pues nunca sabemos lo que vamos a tocar”, afirman. Como muestra, en cierta ocasión la cocinera del camping de Tapia de Casariego se puso frente a ellos, con un inconfundible acento gallego, y más que una amenaza les soltó la advertencia de que si no tocaban una de “Siniestro Total” antes de bajarse de las tablas se quedaban sin cenar. El marrón lo solucionaron con unos trompazos, de oídas, a “Assumpta”, esa de “era una chica muy mona que vivía en Barcelona…” y para la cama con el estómago lleno. “Ni podíamos romper la magia de aquel momento ni mucho menos aguantar el hambre que teníamos”, rememoran años después.
Porque, al margen de buena música, lo suyo daría para escribir un libro (y no de poemas, precisamente). A otra de sus aventuras le puso marco la terraza de “El Alambique”, en Lugones, con esa “Ley de Murphy” que entre su amplio repertorio les hizo cantar en el instante más inoportuno un tema de “Desperados” titulado “Tan alto como nos dejen, tan fuerte como podamos”, que dice aquello de “denunciarnos a la policía es un error”. Y sí, justo cuando la autoridad hacía acto de presencia. Ordenaron parar la actuación, pidieron los correspondientes permisos administrativos al local y comprobaron que, efectivamente, todo estaba en regla, con lo que el bolo siguió, reenganchando justo en el susodicho alegato, para delirio del público. “El clamor fue brutal, pero yo no me atreví a mirar la cara de aquellos agentes del Orden. Por si acaso”, relata Emilio Sánchez. Hombre prevenido. Desde luego.
A estas alturas de la película a buen seguro que quedan muy pocas dudas de que lo de “Los Cómodos” es pasárselo bien. Con la música como excelente disculpa y tenaz nexo de unión.
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