Irene Masero, la cantante gijonesa que se formó en secreto
Con más de dos décadas en la música, en sus inicios, de adolescente, engañaba a sus padres para ir a ensayar
A ciertas edades es bastante común eso de mentir a los padres con una interminable sesión de estudio en una biblioteca que probablemente haya cerrado sus puertas unas cuantas horas antes. O irse a dormir a casa de una amiga (disculpa más habitual en las chicas que en los chicos) con cualquier argumento convincente. Pues algo así fue lo que hizo Irene Masero en su adolescencia. Pero para ensayar con un conjunto musical. Tenía tan sólo 15 años y Benito Espina puso los ojos en aquella joven promesa para formar parte del “Trío Asturmar”, que amenizó muchas fiestas en Gijón y también en otras verbenas asturianas. Desde sus inicios hasta hoy han transcurrido más de dos décadas, en las que se ha erigido por méritos propios en una destacada figura de la canción en la región.
“Llevo más de media vida sobre los escenarios profesionalmente”, señala, al tiempo que echa la vista atrás para recordar unos comienzos “a modo secreto”, como los define, y con una formación autodidacta: “Jamás estudié música”.
Tras su paso por el “Trío Asturmar”, en el que permaneció unos tres años, fue contratada por una orquesta de alto voltaje, “Luz Verde”, en la que descubrió lo que era trabajar en coordinación con una docena de personas y congregar a numeroso público en cada directo. “Verme en algo tan grande fue como cumplir un sueño, una oportunidad que hasta entonces veía inalcanzable”.
Luego recalaría en diferentes grupos, hasta que en 2018 decidió montar uno propio: “Clave de Son”. En la actualidad alterna sus actuaciones en solitario, durante la temporada de invierno, mientras que en verano sale de gira con su banda. Eso sí, en todo momento derrochando pasión por los unicornios, los brillos y los flecos y con una entrega absoluta en cada bolo. Porque lo de Irene Masero es vivir la música.
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