El “simpa” o la jeta de aprovecharse del trabajo de los hosteleros en las horas de mayor apuro

Se han hecho virales algunos “simpas” muy sonados, como el de la familia que contrató el banquete de un bautizo en un restaurante de la localidad leonesa de Bembibre, con 120 invitados, y se fueron sin abonar la cuenta. O el de una pareja que dejó un pufo de 4.000 euros en un hotel de Salamanca tras vivir unos días a cuerpo de rey. Pero, aunque con cantidades más pequeñas, son bastante más habituales de lo que se puede llegar a pensar. En ocasiones fruto de descuidos, sin ninguna premeditación, pero en otras se trata de auténticos profesionales del timo y el fraude.

Las terrazas, los chiringuitos más concurridos, las horas en las que se celebran conciertos y en las que se producen grandes afluencias a los locales de hostelería son terreno abonado para unos estafadores de guante blanco que a la mínima se esfuman sin dejar rastro. Sus trucos, de lo más variopinto y hasta de una imaginación realmente sorprendente (qué lástima que no utilizasen esa capacidad mental para algo de provecho). Entre los más cotidianos, la excusa de salir al exterior para fumar un cigarrillo o el de una llamada en el teléfono móvil que el ruido del bar no permite oír. Como más “elaborados”, pedir la nota, recoger el ticket y dejar unas monedas en la bandeja, dando lugar a entender que ya se ha pagado y que se da una propina, a veces incluso hasta generosa (será por dinero…).

Otros elevan la jeta al extremo supino y argumentan que ni disponen de efectivo ni de tarjetas. O lo que es lo mismo, a cobrar al famoso maestro Armero. “Juegan con nuestro trabajo y con nuestros negocios”, comenta un profesional del sector, al tiempo que añade que “lo peor es la impotencia que sientes, porque no puedes hacerles nada”. De hecho, la Justicia española considera que si la cantidad está por debajo de los 400 euros se trata de un hurto y no de un robo, por lo que en el Código Penal se califica como delito leve, una reglamentación que se exige modificar desde diferentes sectores industriales.

Por ello, cada vez proliferan más esos carteles de “Las consumiciones se abonan en el acto”, que no tienen por qué incomodar a nadie. A cada cual lo que le pertenece.